Renny E. Badra*
La ciencia y la tecnología pueden convertirse sin duda en algo muy peligroso cuando se desconectan de los valores humanos básicos. En nombre del avance científico y tecnológico se han justificado desastres ambientales, profundas injusticias sociales y hasta crímenes en masa. Ellas, concebidas como entes distantes del contexto humano que los genera, no llevan progreso a las sociedades, sino todo lo contrario: atraso, injusticia y muerte.
Esta es la razón básica por la cual un científico debe recibir una sólida formación humanística: para darle el sentido final a ese aprendizaje que está recibiendo. Para hacerlo un individuo de progreso, de bienestar, tanto para el concepto de Universidad que supone que ésta es un simple generador de recursos humanos, y que no tiene otra prioridad que la de graduar profesionales capacitados técnicamente para alguna labor productiva. Para dar a sus egresados la herramienta básica de su posterior bienestar, que no es otra distinta de una formación integral que abarque, además de los insustituibles conocimientos técnicos, una ética profesional, una moral y una percepción más humana del fenómeno social que permita que el individuo atienda su labor productiva con verdadera claridad y lucidez.
No debe ser, pues, objetivo de los Estudios Generales, el proporcionar al estudiante inocuos datos de cultura general que den algún brillo fatuo a su formación. Tampoco debe ser únicamente el buscar afianzar, desde un punto de vista pragmático teñido de algún matiz positivista o tecnocrático, el modelo ético y moral (o amoral) que ha llevado a la Venezuela petrolera a lo que es hoy. Mucho menos debe ser el convertirse en un reducto de falso humanismo, desvinculado de la realidad nacional y de la naturaleza científica del estudiante usebista, que lo obliga a entender los cursos como algo ajeno y distante, convirtiendo su aprobación en un desagradable compromiso. Por supuesto, menos aún debe ser el cumplir con un trámite curricular de cualquier forma, lo que traería como consecuencia que el norte del programa sea sólo evitar el represamiento de estudiantes en esos cursos.
El equilibrio es difícil. Pero sin duda se ha logrado, al menos en buena medida. Lo he constatado, en lo personal. Y me felicito por ello, a la vez de desear más y mejores éxitos al programa, el cual aspiro se mantenga dentro de los lineamientos conceptuales que lo han llevado donde está.
*Ingeniero Electrónico (USB, 1986), Tesista de la Maestría de Ingeniería Electrónica (USB) y Profesor en el Núcleo del litoral.
Universalia nº 2 Sep-Dic 1990